Sunday, October 4, 2009

5: Casí se murió… un par de veces

Cuando estábamos en Quito, un autobús había pasado a toda velocidad. Un chico pendiendo de la puerta delantera gritaba adonde iba el bus <<¡Tena, Tena, Tena, TENA!>> Aquellos muchachos eran valientes. Los conductores de bus manejaban como locos, apenas parando el bus para recoger nuevos pasajeros.

Bueno, salió que Tena era otra ciudad en la selva amazónica. Algo maravilloso ocurrió un día, cuando brillaba el sol y hacía calor. Un hombre en un traje raro andaba por la acera al lado de la calle. El traje era brillante azul y morado. Por alguna razón, yo pensé que él vendía boletos de lotería. Sin embargo, él vendía algo mejor--Yogoso, delicioso y frío, sabor a coco. Y solo costaba quince centavos. Era un postre demasiado sabroso. Corey y lo comimos y volvimos cuatro veces para más.

-Esto es riquísimo- yo dije a Corey. Él asintió con la cabeza, comiendo el quinto
Yogoso. -Es demasiado… debemos hacer algo más que comer hoy.

Habiendo dicho esto, decidimos explorar las cavernas afuera de Tena. La boca de la caverna era enorme, con un río de aguas claras saliendo de la oscuridad. Yo saqué mi luz y la puse en mi frente para que pudiera usar las dos manos.

Pronto, el río estaba profundo, pero la caverna seguía adelante como un túnel negro. Había una soga que cruzaba el agua.

-¡Qué chévere!- exclamó Corey.

Yo canté la música de Indiana Jones mientras el Gigante Rojo cruzó el agua, utilizando los brazos para andar por la soga. -Haz la música para mi- yo dije. Yo crucé la soga como Jones lo haría. Mis pies se arrastraron un poco en el agua. Yo esperaba que ningún monstruo, como una langosta o pez ciego, tocara mi pie en la oscuridad. Tenía miedo de cosas que vivían sin ojos en la oscuridad.

Murciélagos aleteaban en la próxima parte de la caverna. El techo era alto, invisible en la oscuridad. Yo me pregunté cuán lejos íbamos a ir en este mundo. La única cosa que lo hizo posible para los dos humanos era la luz y sus pilas. Me di cuenta de que la luz en mi frente era como un tercer ojo.

El techo pronto era más bajo, y seguía bajándose hasta que tuvimos que agacharnos para no pegar la cabeza. Esto era una parte interesante, dondé el techo bajaba hasta que tuvimos que nadar por un túnel oscuro. Solo mis ojos y mi nariz estaban estaban sobre el agua, el resto de mi cuerpo estaba nadando en el agua oscura.

Seguimos adelante. Y entonces tuvimos que gatear, porque solamente había dos pies de espacio entre el techo de la caverna y el barro del suelo. Yo suspiré y caminaba a gatas, tratando de no rascar mi espalda contra el techo y no arrastrar mi barriga en el suelo. Yo era casi igual a los insectos o peces o salamandros que vivían ciegos en las tinieblas.

Tuve una idea. Pulsé el botón para apagar mi luz.

La oscuridad era completa. Corey estaba adelante, tratando de seguir, pero no había suficiente espacio. Yo ni siquiera vi la luz de él. Yo estremecí. ¿Cuántas toneladas de roca y tierra estaban encima de mi cabeza en ese momento? Sobre mi cabeza podría estar la selva, o tal vez la ciudad llena de gente. A ellos no le importaría mucho si unos chicos se murieran debajo de la tierra. Ellos nunca sabrían de nosotros. Imaginé como sería estar perdida en las cavernas, sin el beneficio de mi luz y sus pilas. Yo iría a tientas, intentando encontrar una ruta a la superficie. Sería imposible navegar los mucho tuneles. Yo nunca encontraría comida. Yo moriría de hambre.

Prendí la luz otra vez. -Corey, no podemos seguir. La caverna está acabado.

-Sí, tienes razón- vino la voz de él.

Encontramos nuevas cuevas mientras caminamos de vuelta al mundo de la superficie. Algunas cuevas tenían esculturas bonitas hechas de piedra. No sabía si eran estalactitas o estalagmitas… Pero yo estaba feliz que mi luz todavía tenía pilas para que yo pudiera ver en la inmensa oscuridad de las cavernas.

Ya era la noche cuando salimos de las cavernas. Con la poca luz que quedaba en el cielo, yo vi montañas en la distancia y estaba feliz. Yo no quería morirme en ese vacío negro debajo de la tierra. Sólo tenía diecinueve años, y había cosas más chéveres que hacer que morir.

Y supongo que Corey no quería morirse al día siguiente, pero…

Alguna gente tiene mala suerte con cascadas, así es mi teoría. Al día siguiente caminábamos un sendero por la selva. No muy lejos de Tena, había una cascada alta y poderosa. Cuando llegamos, queríamos escalar las rocas para llegar a la cima de la cascada.

El agua encima no era profunda, pero las rocas eran resbalientes. Las rocas debajo eran salvajes y agudas. En un instante extraño, yo me pregunté como sería si Corey se cayera.

De repente, la cosa que yo temía ocurrió. Él se resbaló. Yo, estupefacto, intenté darle la mano. Él estaba caído, acostado en el agua que movía rápido hacia la cascada. Su mano estiraba hacia mí, pero nuestras manos no se alcanzaron. Yo estaba demasiado lento- y mi amigo iba a morir. Yo iba a tener la culpa. Preguntas terribles ya flotaban por mi mente. ¿Iba a sobrevivir la caída? ¿Iban a romperlo las rocas agudas que estaban al fondo de la cascada? ¿Cómo iba yo a vivir in este país, o volver a mi país sin mi amigo?

Corey se fue. La mirada en sus ojos expresaba una profunda confusión. Él pareció sorprendido, pero no pareció tener miedo, aunque sus manos estaban intentando agarrar a cualquier cosa, como los locos tentáculos de un pulpo. La corriente del agua se lo llevó a toda velocidad hacía la orilla.

Él estaba acercándose a la orilla de la cascada. El precipicio estaba debajo de él.

En un momento impresionante, Corey agarró una piedra. Por un solo brazo, él estuvo colgando de la roca en la orilla de la cascada. Debajo de él quedaba la muerte dolorosa en las rocas negras. Pareció a Indiana Jones o la Roca, salvándose la vida en el estilo increíble de las películas de Hollywood. Corey agarró más fuerte la roca con la mano, y con la otra mano, y luchó contra la corriente del agua. Se puso a pie otra vez, todavía encima de la cascada. No estaba muerto en las rocas, cincuenta piés abajo. Su pecho estaba moviendo con su aliento rápido. Él parpadeó un par de veces y miró el precipicio.

-Caramba, Corey. ¿Estás bien?

Él asintió con la cabeza. -Quiero sentarme un rato- dijo lentamente. Él estaba aliviado. La cascada seguía haciendo su gran ruido mientras las aguas caían y golpeaban las rocas. Corey seguía vivo. Se sentó en una roca seca con una expresión pensativa en su rostro. Sus largos cabellos rojos estaban empadados.

Yo recuerdo que cuando nos bajamos por la misma cascada, antes de regresar a Tena, Corey empezó a gritar. Con su voz grande, él estaba gritando a la cascada. Tal vez estaba furioso con la cosa que casi causó su muerte. Tal vez estaba feliz por estar vivo todavía. Tal vez era un poco loco.

***

En otra ocasión, lejos de Tena, Corey todavía tenía mala suerte con cascadas. Para llegar al Valle Collanes, uno tenía que caminar un infínito sendero de barro. En estas montañas llovía mucho y realmente no se pueden ver las montañas.

En Valle Collanes, Corey y yo acampamos en una carpa pequeña. Una mañana nublada, salimos la carpa y caminamos por la lluvia fría hasta el otro extremo del valle. Todo parecía ser un sueño en este lugar. Había cascadas altísimas en los lados del valle, y encima de ellas había nieve blanca. En el suelo del valle había solo dos seres humanos, y ellos eran curiosos y un poco tontos a veces.

La meta era cruzar el acantilado, porque al otro lado, sabíamos que había un lugar especial, el Laguna Amarilla. Mientras caminamos, la lluvia se convertió en nieve. Toda mi ropa empezó a mojarse. Por alguna triste razón, nosotros estábamos llevando pantalones cortos. Fue casi imposible caminar por la nieve. Había nieve en mis zapatos, nieve en mis ojos; y en efecto, yo no estaba muy feliz. Andábamos por horas, tratando de subir la montaña, pero sin éxito.

Al fin del día, volvimos a la carpa. Allí dentro, toda mi ropa estaba empadada y fría. La montaña nos ganó ese día. -Mira, Corey- empecé a explicar a Corey. -Tengo frio. Mi ropa esta mojada. Está nevando. ¡Hay una sola cosa que hacer!- yo dije gravemente. Y yo puse mis guantes de lana en mis pies. Los guantes eran la única cosa seca. Era mejor que llevar calcetines mojados.

Al día siguiente, intentamos otra vez. La Laguna Amarilla estaba cerca, lo sabíamos. Otra vez cruzamos el suelo del valle. No había árboles, pero había plantas bajas de colores extraños. Corey dijo que el lugar parecía ser <>

Esta vez intentamos subir al lado de la cascada, porque seguramente podríamos alcanzar la Laguna así. Ese mismo agua salío de la Laguna y caía al Valle en una fuente azul y fría. No era una buena idea intentar escalar una cascada casi congelada.

Los dedos empezaron a tener frío. Otra vez estaba nevando. Otra vez, Corey resbaló cuando estaba más arriba de mí. Se deslizó por piedras y nieve, y aterrizó debajo de mí.

Yo creo que él tenía suerte también. Se cayó, pero afortunadamente no se lastimó. Me alegré por eso. Sin él, yo hubiera estado solito en un lugar aislado y muy muy frío. Otra vez, regresamos a la carpa de acampar. Nunca vimos la Laguna Amarilla, y nunca vimos las partes altas de las montañas, porque la misteriosa tormenta de nieve y neblina nunca cesaron.

Así fue que uno de los muchachos curiosos casí se murió mientras intentábamos conocer las tierras fascinantes en el ombligo del mundo.

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