Sunday, October 4, 2009

1: El capricho de un amigo




¿Dónde estaba el pasaporte?

¿Dónde estaba el pasaporte?

¿Dónde estaba el pasaporte?

El apartado postal estaba tristemente vacío. Entonces cerré la puerta chiquita y la abrí otra vez. No, estaba vacío todavía.

¿Dónde podía estar ese pasaporte? Era la única cosa que yo necesitaba para mi gran viaje del verano, y no la tenía. Lo imaginé, un documento cuadrado con una foto de mi cara, unos pedacitos de papel. Ese papel era tan importante. Yo no podría volar sin el permiso de ese pasaporte.

Empecé a preocuparme. Yo ya tenía el boleto de avión. Lo tenía porque hace seis meses, en medio del año escolar, un viejo amigo de Mammoth me llamó. -¿Quieres ir a sudamérica?- me preguntó casualmente.

-Eh, tengo que pensarlo…- yo había dicho. Y al principio, nunca pensé que el viaje iba a pasar.  La mamá de Corey me llamó también. Me dijo que yo tenía que ir, porque su hijo loco no podía ir solo. Era cierto. Corey era un loco; muy amistoso, pero muy loco.

Entonces pensé ¿por qué no? Compré un boleto para volar hasta Ecuador y quedarme allá por cinco semanas. Con un pelirrojo loco llamado Corey.

Él era mi amigo de la escuela secundaría. Cuando hicimos el plan de viajar, estábamos en medio del  primer año de la universidad, yo en San Diego y Corey en Santa Cruz.

En Mammoth, nuestro pueblo natal y hogar de siempre, había mucho espacio y poca gente. Cuando yo era niño, no había cerca ni muro alrededor de mi casa. El mundo del vecindario era libre, con muchas montañas, rocas, y un columpio en un pino alto. Todo esto era formaba un gran lugar para jugar y explorar. Yo y mis amigos siempre íbamos imaginando aventuras en los veranos calientes y también en los inviernos nevados. Yo excavaba muy buenas cavernas en la nieve profunda. A veces construímos fortalezas de nieve, y porque nosotros éramos niños y todo el mundo era interesante, nunca teníamos frío.

Y Corey, pues, él vivía afuera del pueblo de Mammoth, en una casa cerca del criadero de peces donde trabajaba su padre. Era neCésario tener mucha imaginación viviendo por esas partes, porque no había tanto que hacer. Sin embargo, era un lugar maravilloso- la puestra del sol tras las montañas siempre era lindísima.

Y mi mente ya estaba llena de aventuras imaginadas sobre Ecuador, con sus montañas verdes y selvas grandes. En ambos lugares vivían gente interesante. Yo estaba emocionado para el viaje.

Pero, ¿adónde habría ido aquel pasaporte? Yo temía que tendría que cancelar el vuelo y Corey tendría que andar solito en Sudamérica. El pasaporté se perdió por correo. Se lo mandaron al otro extremo de los Estados Unidos.

Al fin y al cabo, me fui de Mammoth a la casa de mis abuelitos en Los Angeles, esperando que el pasaporte llegara allá a tiempo.  Una mañana, recogí el pasaporte de un centro de FedEx en ruta al aeropuerto, en el último momento posible. Yo suspiré felizmente cuando por fin tenía el pasaporte en la mano.

A veces creo que mi suerte nunca falla- pensé mientras me subí al avión.


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